¿Qué es un territorio? ¿Hay muchos territorios? ¿Cuáles son sus dimensiones?

"Me parece que con el problema técnico planteado por la ciudad presenciamos  (…) la irrupción del problema de la “naturalidad” de la especie humana en un medio artificial y esa irrupción de la naturalidad de la especie dentro de la artificialidad política de una relación de poder es algo fundamental".
Michel Foucault en
Seguridad, territorio y población

   La práctica política parte de la premisa de la necesidad de “construir en el territorio” y va acompañada por la reflexión sobre la forma de esa construcción pero muchas veces elude lo que significa la noción de “territorio”.


    Generalmente la práctica política signada por una conceptualización sobre construcción  territorial como la intervención en las áreas urbanas donde habita la población marginada,  se centra en la generación de trabajo social en los barrios tratando de paliar las necesidades de los que allí residen. Lograr la organización de estos sectores en el barrio en torno a la resolución de sus problemas se considera “política territorial”. Obvio que lo es. Pero no se agota en esto.

   La noción de territorio es irreductible a la delimitación geográfica de un espacio urbano.  Pero definirlo solamente de este modo deja afuera todas las determinaciones con las que se construye el territorio de lo social, las que lo hacen posible, naturalizando a su vez cómo un “no territorio” todas las otras dimensiones que se estructuran en la vida social, y que conforman un ordenamiento específico de ese territorio, que precisamente por estar naturalizado no se lo conceptualiza y acepta cómo tal.


   La noción de territorio que desconoce que es la política la que construye el territorio, y no al revés, tiende a desvalorizar el ejercicio de la política en los ámbitos sociales cotidianos y a potenciarla en lugares “ajenos” donde anidaría  su condición de posibilidad. El territorio en cuestión se emplaza así en sitios distintos a los que  nuestros cuerpos se han acostumbrado y donde realizan  sus prácticas “cotidianas” y “normales” de forma “espontánea.

   Ahora bien, el dominio del territorio importa a la política, no porque se dominaría un territorio x, sino porque se dominan los cuerpos que en ese territorio habitan.  Es la misma lógica que el capital. Este última busca el control de los cuerpos porque es la articulación de éstos en determinada dirección, lo que de este modo permite la explotación de las fuerzas de trabajo devenidas en mercancías que producen más valor que la que ellas se valorizan.

   Por ello la lucha política comienza no en un territorio entendido como ámbito, lugar, geografía, etc. sino en el encuentro entre los cuerpos y serán ellos el territorio en disputa que configurará a su vez el ordenamiento del o los territorios. Vale decir: no existe un territorio y localizadas allí determinadas lógicas de acción, sino que es a partir de las luchas y la cooperación entre los cuerpos las que configuran los territorios y sus lógicas.

   Por ejemplo, si previamente no hay un proceso expropiatiorio y por tanto político, sobre determinadas fracciones sociales, estos no se asentarían en determinados barrios. Y esto rige para las fracciones dominantes y dominadas. Porque previamente los dominantes doblegaron el cuerpo de los dominados, ocupan  y  dominan  determinados territorios, que van desde la propiedad de las tierras productivas, hasta los organismos estatales. 

   Esto no quiere decir que en el proceso de territorialización un territorio sea un ámbito exclusivo en el que circula sólo una fracción social. Sino precisamente, porque constantemente se reproduce la expropiación, es que el territorio adopta una lógica de funcionamiento propiciada por las relaciones sociales que día a día se reproducen. Es así que en un mismo ámbito se “encuentran” los cuerpos, claro que uno sometido y el otro dominante. Por ejemplo en la fábrica está el capitalista y sus voceros, y el obrero. Allí hay una instancia de expropiación a la fuerza de trabajo, lo que genera mayor distancia social y lo que hace que el capitalista pueda volver con los suyos todos los días al barrio cerrado donde habita y el obrero con los suyos al barrio de emergencia.

    Entonces podemos decir que el territorio en disputa son los cuerpos. Esa disputa dirime qué territorio social ocupará uno u otro, lo que está asociado también a qué ámbito geográfico deberá habitar. Y al interior de esos ámbitos también hay disputas por determinados intereses que configurarán también una lógica particular de funcionamiento. Resulta evidente que no son las mismas prácticas las de las fracciones dominantes en sus barrios, que las prácticas de los dominados.

   Por lo dicho, lo interesante de no reducir el concepto de territorio y ampliarlo hasta observarlo en nuestro propio cuerpo, es poder desnaturalizar precisamente los ámbitos por donde nuestros cuerpos y los de nuestros semejantes circulan y las relaciones sociales que allí entablamos. Ya pensar esto, es pensar en política, porque nos pondrá en cuestión la obediencia automática y nos hará re-pensar el sentido que tienen nuestras relaciones sociales y el territorio que se construye en base a las mismas.

    El territorio no expresa sólo un anclaje material, sino que posee una dimensión simbólica e ideológica que lo estructura, cuya eficacia radica en conducir los cuerpos en sus roles y tareas asignadas, sin que estos desobedezcan y ni siquiera puedan reflexionar sobre esto. La eficacia capitalista radica en que sus dispositivos de coerción se han internalizado y el cuerpo dominado obedece acríticamente, y muchas veces conforme con la “situación que le toca”. Por ello la construcción y la lucha política no es sólo una lucha económica, sino teórica e ideológica, no sólo en determinado espacio geográfico, sino en todos los espacios donde se produce el encuentro entre los cuerpos, lo que conlleva también una dimensión económica, política, teórica e ideológica. En esta dirección es que se inscribe la confrontación que se está desplegando por el poder comunicacional. 

   Quebrar la naturalidad de los territorios que se han naturalizado en nuestros cuerpos y cuyo funcionamiento tiende a reproducir el orden de desigualdad en el que estamos inmersos, es un desafío político cotidiano. La política está allí donde quieren ocultárnosla. Está en cada gesto, en cada nueva mercancía, en cada fallo jurídico, en cada llamado de nuestros jefes, en cada bondi que tomamos, etc.

   ¿Será casual que nos permitan desarrollar la política, allí donde los marginados viven sus penurias pero nos cueste también desarrollarla donde nuestra vida práctica transcurre y desde donde se reproduce tal marginación? Obvio, hay que hacer política allí también, pero no debemos olvidarnos que “aquí” en el mismo espacio desde donde escribo entablo una relación social, que es política. Y que tiene resultados, y una orientación concreta.

   La tarea es pensar una estrategia conjunta de articulación de territorios y de dimensiones de los mismos. Comienza por los cuerpos y sus prácticas y debe propagarse en las lógicas que construyamos y que permitan transformar este orden social de los territorios de la opresión en los de la liberación.
LG 6 de abril 2011.

Cuerpos
Mercado de cuerpos
Chatarra de cuerpos
en liquidación
Cuerpos
que someten a cuerpos
en el banquete final
Tal vez yo sea uno más
solo un cuerpo más
en esta feria.

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