Nidera: imperialismo y monopolios en acción

Camino a Emilio V.Bunge
A desalambrar A desalambrar
Que la tierra es nuestra
Tuya y de aquel

               Quizá algunos nos acusen de trasnochados por utilizar el concepto de “imperialismo”. Hasta hoy no encontramos uno adecuado, ni más políticamente correcto, para describir, la forma en que opera Nidera (y las demás grandes cerealeras) en nuestro país y también por qué no, en nuestro mundo, y sobre nuestro mundo.  Una impecable nota de Verbistski del día 2-01-2010 da cuenta de un campamento de trabajadores esclavizados por esta “empresa líder” en una estancia del Partido de San Pedro en pleno corazón de la pampa húmeda en la provincia de Buenos Aires. Al final de nuestra reflexión compartimos la nota, cuya lectura es imperdible, si uno quiere llegar a conocer la forma en que se expanden las relaciones capitalistas en Argentina, expandiendo relaciones de servidumbre y esclavitud a poco tiempo de cumplirse los 200 años de la abolición de este régimen de dominación por parte la asamblea del año XIII.   
El “campo de concentración” en los que se alojaban a estos ciento treinta hombres trasladados desde las pobres provincias del norte argentino, bajo la promesa de un trabajo,  es la resultante de todo un sistema de impunidad montado gracias a la posición dominante, en el mercado clave de la producción agroindustrial, y con aliados cómo la Sociedad Rural Argentina, cuyo nacimiento es fruto del primer genocidio cometido contra los pueblos originarios que habitaban estos suelos fértiles, y que sistemáticamente han consolidado a balazos, con golpes de Estado, y últimamente con Lock out y cortes de ruta, frente a cada actor social antagónico que osara disputar su modelo económico con el cual predominan: un régimen liberal, con nula intervención Económica del Estado, salvo para devaluar la moneda, generar condiciones de “competitivad” y reprimir la protesta social, para que Argentina se inserte en el “concierto de las naciones” en un reducido papel de exportación de materias primas, y la importación de los productos manufacturados.  Es decir bajo el esquema de división internacional del trabajo impuesto por el imperio Inglés del siglo XVIII.
Esta corriente de pensamiento imperialista, construida a partir de la articulación de los capitalistas foráneos con los terratenientes locales, ha revivido, en la batalla por la resolución 125, con algunas particularidades notables: la completa colaboración y sumisión ideológica y política de los pequeños y medianos productores, y partidos de izquierda que se autodenominan revolucionarios, en un contexto de expansión de las hectáreas cultivables, gracias a los conocimientos aplicados a las semillas, conjugados con los atropellos sobre los bosques, selvas y por sobre todo, sobre las comunidades campesinas que habitan las nuevas tierras aptas para que crezca fuerte y sana la soja, mientras se contamina el ambiente. Atropellos que son posibles por la complicidad de jueces, gobernadores e intendentes deseosos del nuevo “oro verde”, aunque haya que aniquilar la vida de los hombres y su ecosistema.
Lo notable es que durante pleno conflicto la denominación de un polo como “campo” precisamente tendía a construir una imagen que homogeneizaba la situación del mundo agrario como si  éste se redujera a los “pobres chacareros” que apenan sobreviven con la cosecha. Con ello desaparecían de escena los grandes intereses, atados al nuevo imperialismo mundial, dominando por estas grandes firmas como Nidera, Cargill, Monsanto, Bunge, Dreyffus, Molinos, y sus aliados locales, las grandes y tradicionales familias apropiadoras de tierras y de hombres, las que durante la década infame anunciaban el pacto Roca-Runciman y pactaban con frigoríficos angloamericanos, o las que pusieron a un hijo dilecto, José Alfredo Martínez de Hoz al frente del Ministerio de economía durante la última dictadura genocida, para desarmar la industria nacional y volver a sembrar su sueño excluyente de país agroexportador, en el que sobran veinte millones de habitantes.
Por eso no extraña la reducción a servidumbre de estos trabajadores traídos del norte, y sobre todo cuando se calcula que el 70% de la peonada es explotada en negro, a destajo, sin horarios, en suma sin derechos.  El representante del gremio que debería velar por estos derechos la Unión de Trabajadores Rurales y Estibadores, UATRE, defendió a la mesa de enlace, es aliada de Barrionuevo y por ende de Duahalde, es decir enemiga del Kirchnerismo y como se ve también de los peones que dice representar.
Lo que agrava la situación es que estas grandes empresas no sólo controlan la comercialización externa de los granos, sino absolutamente todo el proceso productivo que culmina con el grano exportado. Es decir tienen la licencia para producir y comercializar la semilla transgénica, con ella producen y comercializan el paquete tecnológico con la cual debe sembrarse (agrotóxicos, plaguicidas, funguicidas, los nutrientes ratifícales para la tierra, etc). A ello se le suma que muchas de ellas arriendan o han adquirido grandes propiedades para experimentación y producción. Tienen la infraestructura para el acopio de los cereales en condiciones óptimas y como cartón lleno, poseen terminales portuarias en Rosario, desde donde salen las semillas y los aceites para por fin realizarse en el mercado mundial.
En suma constituyen un verdadero mercado monopolizado de la producción, distribución, siembra, cosecha y venta al exterior nada menos que de un elemento tan vital como el alimento. Y lo controlan a nivel mundial, operando con los avances científicos que han logrado para mejorar la productividad, a la par de la batalla ideológica que han lanzado sobre la maravilla del modelo de saqueo de propugnan. Cómo planteamos antes, esa batalla ideológica no la dan solos, sino que son sus socios locales, como la Sociedad Rural Argentina, Confederaciones Rurales Argentinas, y la Federación Agraria, el monopolio Clarín y el tradicional diario La Nación quienes luchan para imponer este modelo de concentración, saqueo y control de la tierra y la alimentación.
Por ello es tan importante romper el esquema del monopolio mediático, tarea por ahora muy difícil, pero que tendrá que necesariamente servir de faro para romper con todos los esquemas que tienden a monopolizar la producción y comercialización bajo todas sus formas. Nos enfrentamos no sólo con poderosos enemigos internos, sino también externos. Tenemos que afianzar la organización interna, y podemos afianzar la alianza estratégica de la Unasur y Mercosur. Esta es la única forma de acabar con las formas de esclavitud que aún subsisten, luego de doscientos años de su festejada abolición formal.
LG 4-01-11

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