Sobre el “frente progresista” o el camino del infierno plagado de buenas intenciones

   En estos agitados días políticos signados por la trascendencia social que tuvo la muerte de Néstor Kirchner, al continuo asedio del espectro de la derecha de todo pelaje (PJ federal, Pro, UCR, Coalición Cívica, corporaciones, etc.)  y de una izquierda “inmaculada” que termina sumando sus voluntades en el congreso y sus voces a los medios de comunicación a los de esa derecha -aunque obviamente,  a la manera de la ficción cinematográfica sus referentes se presenten como la “alternativa” de izquierda al gobierno- se suma el lanzamiento de candidatura de Ricardo Alfonsín a la presidencia, como encarnación de un “frente progresista”.

   Su prolegómeno fue una reunión en la que se dieron cita a tomar el té (qué otra cosa puede tomar esta oposición) radicales, socialistas, los supuestos ex radicales que conduce Stolbizer y hasta De Genaro de la CTA.
   De este espectro de espectros, resulta interesante, no digo analizar sus ideas, porque eso sería darle mayor estatuto del que tienen, pero si señalar algunos de sus aspectos observando lo que plantean, y lo que esconden en sus planteos.

   El gobernador de Santa Fé, Hermes Binner, señaló que el rejunte tuvo por objeto generar un espacio “superador” que propicie el “diálogo”.  A no ser que se haya atragantado con un scon amasado por un asesor radical, al socialista le faltó aclarar, superador de qué sería dicho espacio, y para y con quién propiciaría el diálogo.
  Estos planteos que aparecen como triviales se vienen reproduciendo hace tiempo por todos los sectores opositores al gobierno nacional ¿Por qué?
  Si bien nunca una respuesta puede ser lineal y sencilla, podemos avanzar en la solución del enigma si pensamos que el planteo responde a la necesidad de consagrar una democracia formal para oponerla a una expansión democrática de contenido real. ¿Por qué?
   Cuando el eco mediático que reproduce las voces de los políticos opositores señala que las instituciones son avasalladas por el gobierno (aunque hay sobradas pruebas que esto no es así) lo hace porque la orientación política que se plasma en leyes, reglamentos, regulaciones, decretos, etc., perjudica  los intereses de las grandes corporaciones económicas. Es decir se denuncia un funcionamiento informal de la institución de la que se trate porque no se está de acuerdo con la transformación concreta que puede producir la orden legítima que emana del acto institucional. Por ejemplo la ley de medios fue denunciada  porque "no se discutió  el tiempo suficiente".
   Esta oposición que habla de avasallamiento institucional, no tuvo pudor en apoyar el decreto del corralito financiero en 2001 o en aceptar el estado de sitio la trágica noche del 19 de diciembre. ¿Por qué?
Porque allí las instituciones funcionaban de acuerdo a los intereses de las grandes corporaciones, coincidían por tanto el buen sentido del funcionamiento, la formalidad y el buen sentido del efecto político, económico y social que producían las reglamentaciones emanadas de las instituciones. ¿Y entonces?

   Precisamente esta oposición que se presenta como dialoguista pretende hacer coincidir nuevamente el funcionamiento formal de las instituciones al servicio de los intereses reales de las corporaciones. La institucionalidad se recuperaría en la medida que el gobierno dejase de vulnerar la formalidad para atacar a los opositores (es decir a las corporaciones económicas). No lo dicen pero lo saben. Y lo hacen ¿Y el diálogo?
   Este último no se asocia con el debate y confrontación de ideas, sino que no hay diálogo en la medida que los representantes no realizan aquello que interesa a las corporaciones. Alguien recuerda como desarrollaba el diálogo la rata de anillaco, Cavallo o el mismísimo De la Rúa?
  Ellos supuestamente “dialogaban”, lo que tenemos que entender del siguiente modo: aceptaban aplicar políticas en beneficio de los que llamaban “el mercado”.
         Por eso a quienes tenemos las patas en la fuente, pensamos que la oposición quiere confundirnos porque lo que llaman diálogo, en realidad, es un mandato. Y lo que llaman consenso en realidad es la claudicación de los intereses y las luchas populares. Nosotros seguiremos confrontando colectivamente, ideas, pensamientos, sentimientos, único modo de mantener viva la política orientada hacia los intereses populares.
LG
03-12-2010

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